por Rodolfo Chisleanschi
MONGABAY
Distribuido entre Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil, el Gran Chaco es un conjunto de más de 50 ecosistemas diferentes tipificados por el bosque seco.
El Gran Chaco es una de las zonas más deforestadas del planeta. Cada mes se tala una superficie dos veces mayor que la de Buenos Aires.
La deforestación del Chaco se debe a la expansión de la frontera agrícola y a la caza, así como al cambio climático.
El tronco recto y fuerte de un quebracho se retorcía en el aire mientras caía al suelo, su estruendo era el último sonido de una cacofonía de golpes de hacha que lo herían cada vez más hasta que ya no podía mantenerse en pie.
Hay ciertas películas que, por diversas razones, siempre permanecen en la memoria colectiva de un país. En Argentina, una de ellas es Quebracho. Producida en 1974, la película retrata la vida, las luchas y las aspiraciones de los leñadores de las provincias argentinas de Chaco y Santa Fe a principios del siglo XX.
Los hechos de Quebracho ocurrieron hace un siglo, pero el quebracho rojo de hoja de sauce (Schinopsis balansae) sigue siendo hoy el objetivo de la tala. Sin embargo, hay una diferencia. Los lentos y metódicos golpes de las hachas han sido sustituidos por los rugidos de las motosierras y la maquinaria pesada; árboles que llevan cien años creciendo son aserrados y arrollados en un abrir y cerrar de ojos.
Las tres variedades de quebracho -el quebracho blanco, el quebracho colorado chaqueño y el quebracho colorado santiagueño- son las especies arbóreas icónicas del Gran Chaco. El Gran Chaco, el segundo bosque más grande de Sudamérica, se extiende por unos 400.000 kilómetros cuadrados y alberga especies que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Sin embargo, recibe mucha menos atención que su vecino del norte, la selva amazónica.
“Se trata de un bosque seco, y la falta de agua le resta colorido. Por eso, para el público, no es muy llamativo y pasa desapercibido”, dice Verónica Quiroga, bióloga que lleva más de una década estudiando la evolución del jaguar (Panthera onca) y otros mamíferos en la región del Gran Chaco.
Según la Real Academia Española, la palabra “chaco” deriva del quechua “chacu”. “Chacu” hace referencia a un tipo de caza que históricamente practicaban las comunidades indígenas de Sudamérica, en la que los cazadores rodeaban al animal objetivo antes de acercarse a matarlo. La fauna del Chaco incluye tapires, pecaríes, charatas (Ortalis canicollis), armadillos gigantes (Priodontes maximus) y jaguares.
El Gran Chaco se distribuye entre cuatro países: Argentina (60%), Paraguay (23%), Bolivia (13%) y Brasil (4%). En su conjunto, alberga una gran variedad de ecosistemas y tres grandes tipos de bosque.
La parte húmeda del Gran Chaco está formada por dos franjas que van de norte a sur. La franja occidental comienza en las estribaciones de la cordillera de los Andes y se extiende hacia el sur desde los departamentos bolivianos de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija hasta las provincias argentinas de Salta, Tucumán y Catamarca. La franja oriental, que cubre el extremo sur del Pantanal brasileño, atraviesa los departamentos paraguayos de Boquerón, Alto Paraguay y Presidente Hayes, y también incluye partes de las provincias argentinas de Formosa, Chaco y Santa Fe. Entre las franjas húmedas occidental y oriental del Gran Chaco se encuentra la parte semiárida. Por debajo se encuentra la parte árida, que comprende partes de las provincias argentinas de Córdoba y San Luis.
En 2015, ProYungas, una fundación con sede en Argentina que se dedica a la conservación de la biodiversidad, realizó un estudio sobre el Chaco argentino. Descubrió que el Chaco incluía muchos ecosistemas diferentes, desde sabanas hasta bosques y humedales, concluyendo que “esto se traduce en un alto nivel de diversidad de especies animales y vegetales que hace del Gran Chaco un área clave para la conservación de la biodiversidad en la región.”
Pero esta biodiversidad está amenazada.
Más de 2,9 millones de hectáreas de bosque chaqueño fueron deforestadas entre 2010 y 2018, según Guyra Paraguay. La organización de monitoreo encontró que 34.000 hectáreas (83.915 acres) fueron despejadas solo en junio de 2018, lo que significa que un área de bosque de casi dos veces el tamaño de Buenos Aires fue eliminada en un solo mes.
El 80% de la deforestación del Chaco durante ese tiempo tuvo lugar en Argentina. Matías Mastrángelo, biólogo conservacionista y experto en el Gran Chaco, achaca el dudoso honor del país a hechos ocurridos entre finales de los 90 y 2010.
“El boom comenzó con la llegada de la soja modificada genéticamente a Argentina”, dice. “Esto provocó que la agricultura en la región pampeana desplazara a la ganadería, que a su vez fue empujada a espacios más marginales, principalmente en el Chaco semiárido”.
El cultivo de la soja, que alcanzó precios récord a nivel internacional en esa época, fue el motor de la deforestación de amplias zonas del Chaco húmedo en Paraguay y Argentina. Hacia el norte y el oeste, las parcelas de bosque empezaron a caer como fichas de dominó, desbrozadas por los agricultores atraídos por los bajos precios de la tierra de la región y las laxas regulaciones. Los avances tecnológicos han permitido a los agricultores cultivar lo que antes la escasa pluviometría de la región mantenía a raya.
Los investigadores afirman que el cambio climático también está perjudicando al Chaco.
“Los ciclos de inundaciones y sequías extremas son naturales en el Chaco”, dijo Quiroga, “pero antes, estos ciclos se medían en décadas, y ahora se miden en años. En 2013, la falta de lluvias secó el río Bermejito, y en 2017, vivimos una inundación tan grande que el agua llegó a la cintura de la gente en el [Parque Nacional] Impenetrable.”
A medida que la agricultura se afianzó en el Chaco, el paisaje cambió. Las especies vegetales autóctonas desaparecieron y fueron sustituidas por cultivos comerciales. Las poblaciones de animales salvajes empezaron a disminuir por los efectos de la fragmentación del hábitat.
Yamil Di Blanco, que investiga el armadillo gigante, dijo que la construcción de carreteras en el Chaco también está facilitando el acceso de los cazadores a nuevas zonas.
“Esto es evidentemente bueno para los habitantes [humanos], pero al mismo tiempo genera más tráfico y facilita la entrada de cazadores de provincias más lejanas a la zona”, dijo Di Blanco. “Haría falta un mayor nivel de fiscalización para combinar y compensar ambas situaciones”. Añadió que la creciente presencia de perros es otra amenaza para la fauna autóctona de la zona.
Cuando Mastrángelo investigó el comportamiento de las aves como indicador de cómo está cambiando el ecosistema en respuesta a su transformación agrícola, descubrió un punto de inflexión más allá del cual las poblaciones no podían recuperarse.
“Las aves toleran hasta un cierto nivel de disminución del volumen del bosque”, dijo, “pero cuando se supera un determinado umbral y la pérdida alcanza el 30 o el 40%, el colapso de la riqueza de especies es estrepitoso. Cambia la composición de la zona y empiezan a aparecer especies no forestales”.
No sólo las plantas y los animales de la región están sintiendo los efectos de la expansión agrícola. El Chaco también alberga comunidades humanas únicas, que habitan en gran parte de la porción argentina.
“Las culturas y rasgos de los habitantes, tanto indígenas como criollos, son muy ricos, interesantes y distintos del resto del país”, afirma Quiroga.
Sin embargo, los residentes nativos dicen haber sufrido los efectos de la conversión de tierras. Algunos residentes dicen que fueron desplazados de sus hogares por los nuevos terratenientes. Otros dicen que las nuevas alambradas les impiden acceder a las zonas de las que dependen para la agricultura de subsistencia.
Si la deforestación continúa al ritmo actual, se perderán otros 4 millones de hectáreas de bosque del Gran Chaco en la próxima década, según la Fundación Vida Silvestre Argentina.
“Si la tendencia registrada entre 2007 y 2014 continúa, habrá una pérdida adicional de casi cuatro millones de hectáreas (más de 9,9 millones de acres) de bosques en la región del Chaco para 2028”, dijo el director de la fundación, Fernando Miñarro, “unas 200 veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires”.
Esta historia es una versión traducida y adaptada de una historia publicada por primera vez por Mongabay Latam el 21 de agosto de 2019.